lunes, 16 de agosto de 2010

Maupiti. La isla donde hasta las nubes son verdes.

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Nuestro siguiente vuelo nos llevó de Huahine a la famosa Bora Bora. Pero para dar más unidad a las entradas hablaremos de ella en la próxima. De momento saltaremos a la siguiente escala, la minúscula islita de Maupiti.
Un barquito, el ‘ Maupiti express 2’, te lleva allí en hora y media, que finalmente son dos horas largas, desde Bora Bora. En el barco nos acompañaban Aroa y Alberto, una pareja española que están dando la vuelta al mundo bastante  más rápido que Willy Fog… de Maupiti volvían por la tarde. Un saludo para ellos, que sabemos que nos leerán!!


La única entrada por mar a la isla es un estrecho paso entre los arrecifes por el que el barco prácticamente hace surf…

La isla es minúscula, algo así como del tamaño de Alegranza. La carretera que bordea por la costa apenas tiene unos 8 km. El puerto es un simple desembarcadero debajo de unos riscos basálticos que recuerdan al norte de Tenerife.
Pero nosotros no nos quedamos en la ‘isla’; del muelle nos llevaron en coche a comprar víveres, luego nos dejaron en una playa, y de allí nos trasladaron en un bote a un ‘motu’, un islote formado por acumulación de  corales encima de los arrecifes que bordean a la isla principal…prometemos explicación geológica sobre estos anillos de arrecifes, pero en otra entrada. De momento decir que el motu es un lugar idílico, aunque el camping en el que nos quedamos por dos noches era básico, básico…


El fregadero…



La cocina…y la nube de mosquitos no se vé:

Suerte que en la playa sopla la brisa y no llegan los mosquitos de la cocina…¡y que playa!

Rodeando por a la orilla hacia el sur, la cosa no empeora:






Cuando se rodea lo suficiente uno queda frente al Océano Pacífico, separado del mar abierto sólo por una estrecha laguna. En nuestro motu, los temporales han acumulado corales machacados en una playa de 50-100 m de ancho donde no hay ni un triste matojo para ponerse a la sombrita…


…claro que siempre queda la opción de darse un chapuzón:


Los motus suelen estar cubiertos de cocoteros, muchos cultivados para la extracción de copra, la carne seca del coco que se utiliza para extraer posteriormente, al estrujarla,  aceite de coco. En la foto, un secadero, con techo corredizo para proteger de la lluvia.


Nuestro segundo día lo dedicamos a explorar la isla central, trasladándonos a ella en kayak. Las dimensiones de Maupiti son tan pequeñas, que esta vez dimos la vuelta completa a pie. Comenzamos por la costa sur, la más fresquita por tener algo más de sombra.


Doblada la punta del muelle, en el sur, se recorre la costa este, dominada por unas paredes donde los apilamientos de coladas basálticas, y por tanto el parecido con Canarias, son evidentes:





A medio camino, emprendimos el ascenso a las cimas insulares. Debajo dejamos la capital de la isla:

El sendero asciende por una cresta que cubren guayaberos, mangos y árboles tropicales.

En una hora se alcanza un pico con la vista más bonita que hemos disfrutado en la Polinesia: el anillo de corales que rodea Maupiti, visto desde 380 m de altura. Por cierto, nos llegaron a decir que hacía falta guía para seguir el camino…nada de nada, el camino se ve bien y no tiene sino algún pequeño paso algo expuesto, pero sin dificultad


 En la siguiente foto se ve, entre los dos motus, el paso estrecho para acceder a Maupiti:


Nuestro camping está en el motu que hay arriba a la derecha:


De nuevo en la costa, volvimos a internarnos en la selva algo más al norte:


Nuestro objetivo, encontrar unos petroglifos polinesios que representan tortugas, y aunque costó un poco, los encontramos:


Acabamos la vuelta a la isla y por la tarde volvimos en kayak a nuestro motu. Y entonces descubrimos que las nubes, además de blancas o rosadas, también pueden ser verdes:


Quizá no se note mucho en las fotos, pero in situ el color era de lo más curioso. El color debe deberse a la intensidad luminosa de la laguna color turquesa, que ilumina la nube por debajo. De hecho, hemos leído que los navegantes polinesios se guiaban en el mar por múltiples pistas, que iban desde el conocimiento de las diferentes especies de aves marinas y las distancias a las que se alejan de tierra, a cosas tan sutiles como la forma y dirección de las olas en alta mar, de las cuáles podían deducir si eran rebotes en la costa de un arrecife no visible aun, o el color y tipo de nubes, que permitía detectar un atolón bastante antes de que cualquier cocotero asomara en el horizonte, o islas sólo por la forma que adquirían las nubes después de haber pasado sobre ellas…grandes navegantes los polinesios.
Nuestra última mañana la dedicamos a pasear por la costa, admirando las aguas transparentes, y su reflejo verdoso en la panza de las nubes:




Dani aprovechó también para fotografiar aves marinas, como este magnífico ‘piquero’
Actualización 2016. Sula leucogaster

A la tarde, nos despedimos de Maupiti con pena. Los remolinos, y la dirección del viento y olas en el paso nos indicaban, a pesar de que no somos navegantes polinesios, que el viaje de vuelta a Bora Bora iba a tener movimiento…

En efecto, dos horas y media combinación ‘barco pirata – montaña rusa’ nos esperaban por delante…en frente, la vista fija en la silueta de Bora Bora ayudó a que no nos mareáramos… ¡por los pelos! 
Bora Bora…en la próxima entrada.

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